¿Cómo diferenciar a una persona realmente inteligente de la que aparenta ser inteligente?

Una de las grandes dificultades que tenemos que afrontar en el día a día es discriminar lo real de lo que aparenta serlo. En las relaciones sociales, bien se desarrollen en el ámbito de la pareja o en nuestro entorno laboral, discriminar a los sujetos inteligentes de aquellos que sólo lo están aparentando es, por diversas razones, tremendamente útil. La primera razón es que, en más ocasiones de las que queremos reconocer, los sujetos que aparentan ser inteligentes nos intimidan, forzándonos sin que nos demos cuenta a tomar decisiones completamente equivocadas. La Psicología ha dejado bien claro que, la mayoría de los individuos, suelen anteponer lo que escuchan, especialmente cuando es relatado con seguridad y convicción, a la propia opinión; de esta suerte, tenemos más confianza en lo afirmado por una máquina que lo que nos dice otro ser humano. 

La segunda razón es este tipo de sujetos viven de absorber las energías, los recursos e ideas de los demás. Son verdaderos depredadores cuyas víctimas raramente son conscientes de que están siendo usadas como sustento. Por tanto, el empeño que pondrán en llevar a cabo será ingente, en tanto se están jugando su propia supervivencia.

La tercera razón que recogeremos aquí, aunque podríamos extendernos en muchas más, es que le hacen perder un tiempo preciado, que usted necesita ocupar en sus propios asuntos. Estos sujetos van a hacerle creer que usted tiene necesidades que realmente no tiene, debe ocuparse de problemas que realmente no le atañen y se esfuerzan en venderle argumentos y razones que usted nunca pidió. Cuando su expareja le pregunta por cuestiones al respecto de los hijos comunes que bien ella podría haberse molestado en averiguar, o cuando su compañero de trabajo le traslada una tarea que él debería dominar hace tiempo, el que paga con su esfuerzo, tiempo y preocupación es usted. 

¿Qué hace una persona inteligente? 

Construyen su lista de logros desde la adolescencia

Si usted quiere tener claro qué puede esperar de una persona, qué podría aportarle, en qué podrían apoyarse y lograr un beneficio mutuo, observe qué ha logrado él solo. Las personas inteligentes, a poco que hayan alcanzado la primera juventud, disfrutan de un listado de logros que usted puede comprobar. Este listado de logros se define por estar formado por cuestiones objetivas, no afirmaciones gratuitas que resultan imposibles de contrastar. Si estamos hablando de un compañero de trabajo, que con veinticinco años ha logrado acabar un Máster, o de una posible pareja sentimental, que a los treinta y cinco ha disfrutado de una carrera profesional continuada, estamos hablando de sujetos que se han enfrentado a retos y los han superado. 

Si a los cuarenta no ha logrado más que ir de un trabajo a otro, sin promocionar en casi ninguno, o lo que ha ido acumulando es un listado de conquistas u objetos (dos coches, una moto, trece bolsos, etc.) no pierda más el tiempo con ella.

No mantienen conversaciones sin utilidad

Los sujetos inteligentes aprecian el tiempo, el suyo y el de su interlocutor. Aborrecen perderlo y que se lo hagan perder. Son directos, en ocasiones parecerán secos u odiosos, pero siempre serán respetuosos. La mente de un sujeto realmente inteligente permite un tiempo específico para llevar a cabo una tarea. Una vez finalizada la discusión, una vez que se ha hablado del asunto, cada segundo perdido lo vive como una tortura medieval. En el lado contrario, el sujeto que aparenta ser inteligente gasta horas y horas ante su auditorio, argumentando, dando vueltas y no concluyendo, yendo a ningún lugar.

Piensan y actúan

El sujeto no inteligente habla, habla mucho, no deja de hablar y, en muy contadas ocasiones, actúa. Lo más inquietante de ser inteligente es que se aprende a ser humilde, puesto que se conoce perfectamente todo lo que se ignora. Los demás, aquellos que aparentan ser inteligentes, hablan, hablan y no paran, ni aún al pedírselo cortésmente. Encantados de haberse conocido, adoran el sonido de su voz. 

El sujeto inteligente habla poco y actúa continuamente. Podrá ver usted que tiene momentos de duda, que se viene abajo durante días, pero ese tiempo realmente es el que requiere para la siguiente acción, para elegir la estrategia y volver a intentarlo. Mientras tanto, el pseudo-inteligente seguirá, una semana, un mes después hablando sin descanso.

Ellos siempre escuchan

No hay conversador prescindible, ni argumento humilde. Una persona inteligente sabe escuchar, sin importarle quién está hablando, cuando un argumento tenga realmente valor. No es importante si lo dice un becario de prácticas o un directivo con diez años de experiencia en la empresa. El argumento es el rey, no el interlocutor, su cargo o historia previa. En los sujetos realmente inteligentes usted encontrará que, en primer lugar, está la valoración del argumento y luego, y puede que ni ocurra, de aquel que lo ha llevado a cabo y que; en segundo lugar, los sujetos realmente inteligentes consideran que ambos juicios son independientes. 

En el lado contrario, el sujeto que aparenta ser inteligente domina, cuando no secuestra, la conversación, queriendo dirigirla. Si usted se ocupa de manejar el flujo de la conversación, usted no está escuchando, no está aprendiendo, no busca sino argumentos que apoyen sus ideas previas. Usted aparenta ser inteligente, pero está desperdiciando una oportunidad única de aprender.

Nunca se atribuyen los logros de los demás

Como decíamos al principio, discriminar entre los sujetos inteligente y los que aparentan ser inteligentes es muy útil por diversas razones, pero tal vez la más importante sea el hecho de que ser capaz de discriminarlos va a permitirle ahorrar mucho tiempo, esfuerzo y frustración.

Uno de los indicadores más frecuentes de inteligencia es la humildad. El inteligente sabe que no sabe todo, que podría ampliar sus conocimientos en todo momento, que aún le queda mucho que leer y estudiar. Aquel que aparenta ser inteligente, carente de esa visión crítica, no duda en atribuirse los méritos de los demás, de buscar ensanchar su lista de logros. Esto es así porque su autoestima es débil y tiene que estar continuamente buscando refuerzos.

No les gusta tener que explicar lo que ellos consideran obvio

Una persona realmente inteligente sabe qué está haciendo y por qué lo hace. Si le piden que dé explicaciones sobre sus actos lo harán por educación, pero no insista. El motivo es que ellos tienen la convicción interna de lo que están haciendo y por qué lo hacen y eso es muy difícil de explicar. Hacen lo que hacen porque saben que tienen que hacerlo. Los demás lo irán descubriendo con el tiempo, algo que en muy raras ocasiones le preocupará. 

Frente a ellos, aquellos que aparentar ser inteligentes no paran de dar razones, argumentos circulares, ofrecer datos con los que inundarles y pretender convencerles. Si usted quiere desmontar y hacer callar ese torrente de argumentos no tiene más que mirarle fijamente y preguntarles: Muy bien, me gusta lo que propones ¿Cómo dices que vas a hacerlo exactamente? Si se hace el silencio, ya sabe ante qué tipo de sujeto está.

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